Fragmento # 23- Los nuevos hombres

Hace unos meses leí en el periódico que un grupo de funcionarias de prisiones había montado en cólera al ser destinadas a una prisión de hombres. Ya en principio la noticia parece absurda, pero cuando leí lo que había dado lugar a la situación me quedé de piedra: un grupo de funcionarias habían pedido que en las prisiones de hombres los trabajadores fueran mixtos porque (por supuesto) ellos cobran más.
No seré yo quien defienda la desigualdad de los sexos (aunque en algunas cosas desde luego, no parecemos de la misma especie) pero la verdad es que las mujeres estamos en “desventaja física” con un hombre, es una putada pero así son las cosas. Supongo que, aunque sea por las películas, trabajar en una prisión es algo que ni se me pasa por la cabeza.
Las mujeres somos los nuevos hombres, tenemos esa (mala) suerte. Hacemos las mismas gilipolleces que ellos solo que además alegando la libertad para nosotras siendo, luego, lapidadas verbalmente por otras de nuestro mismo sexo: he oído muchísimas más veces a una mujer hablando de lo ligera de cascos que es otra que a un hombre. No me refiero ya a la concepción social de la mujer, sino a que quienes más la critican son las propias hembras. ¿Qué necesitaba un caballero medieval para sentirse seguro? Su armadura (del mejor herrero), escudo (bien adornado enseñando su familia) y espada (cuanto más afilada mejor), y si era posible un caballo; pues bien, las mujeres tenemos la ropa (cuanto más cara más bonita nos parece) , las uñas (largas y a la defensiva, que nunca se sabe…) , el tacón (la mayor herramienta de tortura inventada por, por supuesto, el hombre) y, si se puede, un coche. Es así queridas hermanas, hemos heredado la estupidez supina de los hombres.
Después de todo no podíamos ser tan perfectas… ¿no?