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 Fragmento #38 - Muerte y compensación

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AuteurMessage
Alnilam

Alnilam



Fragmento #38 - Muerte y compensación Empty
MessageSujet: Fragmento #38 - Muerte y compensación   Fragmento #38 - Muerte y compensación Empty06.01.09 17:16

Viernes, 2 de Enero de 2008
En Sierra Nevada

Tras desayunar un poco, Marta decidió que pusiéramos en prácticas lo que un monitor de esquí nos enseñó ayer. Mejor dicho, les enseñó a ellas. Soy tan patoso con los esquís que ni lo intenté.
Nos marchamos temprano, en mi coche y en cuestión de quince minutos mal contados llegamos a las pistas, las cuales están situadas en lo más alto de la montaña.

A base de empujones consigo meternos en una de las cabinas del teleférico que nos llevará a la cima, donde están las pistas, algunas casitas pintorescas, tiendas de regalos y restaurantes. Cinco minutos después llegamos a nuestro destino, agradecido de que durante las próximas horas no voy a tener que escuchar a Marta, no ha parado de hablar a viva voz desde que salimos del hotel. Está contenta.
- ¿Sigues sin querer venir, Jaime? - Me pregunta Estrella.
- Vé tú. Yo te miraré lo bien que lo haces sentado en uno de estos veladores y con algo caliente entre las manos.
- Ya te daré yo algo caliente en las manos. - Me dice sonriendo.
- A ti te ha afectado mi corbata, ¿no?
- Te quiero.
- Te quiero, princesa.
Le doy un beso en los labios y contemplo cómo se va con Marta. No se puede hacer una idea de lo mucho que me gusta verla sonreír. Me siento a la espera de que un camarero me atienda rápido. El móvil me vibra. Es mi tío.
- Jaime leí tu mensaje de anoche.
- Ya pensaba que no lo habrías recibido.
- Buen trabajo.
- Gracias. - Respondo secamente.
- ¿Va todo bien?
- Sí, ¿cómo debía ir?
- Gracias por todo, Jaime. De veras.
Cuelgo el teléfono.
Marta, Estrella y otro chaval más se desprenden del grupo en el que estaban y pasan delante mía. Estrella levanta una mano, con el bastón en ella, en señal de despedida. Se va a tirar por la pista del Acantilado. Es peligrosa, porque al final de la misma acaba en una curva bastante ancha formada por un bloque de hormigón, para no caer por la pendiente. Desconozco quién es el otro tío y eso me hace recelar un poco. Me acerco a ellos cuando ya emprenden la marcha. Se sitúan los tres juntos y Marta es la primera en saltar. Esquía muy bien. Estrella le dice algo al tío y él asiente. Ella se lanza temerosa y él tras ella. Él tampoco lo hace mal.

Marta se vuelve con una sonrisa para ver a su amiga y cuando lo hace se concentra en el descenso. Es entonces, cuando aparece otra figura de la nada, que se acerca al desconocido y que cogen de los brazos a Estrella. Debe de ser alguna broma. Van adquiriendo rapidez y pronto dejan atrás a Marta, quien se ríe sospechando que estaban jugando. Un chico está sentado cerca de mí.
- Bonita tabla. - Le digo.
Se la quito con suma rapidez y salto, sin saber muy bien qué estoy haciendo. Es una pendiente excesivamente inclinada y la sola panorámica de ver a la gente como hormigas me da escalofríos. No tengo ni idea de esquiar y mucho menos de hacerlo con una tabla de snowboard. De aquí no salgo con vida, pero algo me dice que mi chica está en peligro y parece ser que soy yo el único que se ha dado cuenta.
La velocidad aumenta por segundos, debo ir ya a ciento veinte. Aún no debo hacer el intento de zigzaguear para ir reduciendo la velocidad, debo alcanzarles antes. Tengo que flexionar un poco más las rodillas porque me impresiona la celeridad que estoy alcanzando y porque pierdo el equilibrio ante la nieve resbaladiza. La velocidad aumenta y el final se acerca inexorablemente a darme la bienvenida mortal. Casi estoy alcanzando a Marta, ella zigzagueaba desde que saltó, ahora ha creado otra curva y se dirige hacia mí... Se me ocurre una idea, necesito uno de sus bastones. Debo conseguirlo en el momento en el que se cruce conmigo. ¡Ya viene! No debo fallar o adiós a mi plan. Ella se dirige a mí, sigue sonriendo y está confiada, su esbelto cuerpo mantiene bien el equilibrio. Deja perfectamente que el peso del cuerpo descanse en sus gemelos, los músculos que dirigen la dirección en este tipo de deportes. Estiro un poco la mano y consigo arrancárselo de las suyas. Me ha gritado algo pero estoy tan cocentrado en Estrella que ni me inmuto. El descenso continúa, siento como la gélida brisa me acaricia el rostro, como la sangre, aún caliente, recorre mi cuerpo y como mis órganos funcionan sin parar entre el miedo y la emoción de lanzarme a hacer algo peligroso que no domino. Si salgo de esta le monto un altar a Cigarrillo. Ya casi estoy sobre ellos, por los gritos de Estrella sé que no esta disfrutando de la broma, zigzaguean pero no demasiado, están cogiendo velocidad para estampar a Estrella contra el muro, sabiendo que ella sabe muy poco del deporte en sí, son conscientes de que no podrá frenar a tiempo. Me acerco al de la izquierda, alzo el bastón y lo pongo en la abertura qye ofrecen sus piernas separadas, giro el bastón bruscamente y el individuo tropieza cayendo a la fría nieve y rodando unos cuantos metros. Le doy un fuerte tirón del brazo a Estrella y se la quito de las manos al otro que se me queda mirando descaradamente... No, no es con descaro, me reconoce. Y yo también lo he hecho. Sobran las palabras. Le doy a Estrella el bastón que le falta, que se llevó el que cayó cuando lo hice tropezar, y me agarro fuertemente de las prendas acolchadas de Diego. Este casi pierde el equilibrio, yo acabo de perder la tabla y creo que voy a empezar a perder algo más. Él intenta que yo me suelte de sus ropas, pero es en vano. Tiene que ceder como sea, tengo que hacerlo caer. ¡La palanca que sujeta la bota al esquí! Me agacho sin perder un instante hacia la bota, el frío me ha entumecido las manos, tanto, que he perdido la sensibilidad en mis dedos con la desagradable sensación de que haciendo esto se me van a romper. Diego sabe lo que trato de hacer y me clava el bastón en el costado. El mundo parece detenerse. Sé que algo me ha atravesado , pero el frío no me permite sentir, ya se sabe, la frialdad y los sentimientos son incompatibles. Sin embargo, algo más ocurre, en el momento en que siento el frío aluminio dentro de mí, algo cede bajo la mano que tenía depositada en la bota de Diego. ¡La palanca! Diego pierde el equilibrio y ambos nos hacemos un amasijo cuando cae, con la impresión de que estamos en una caída libre, pero consigo salir del enredo. El esquí que le falta a Diego pasa a mi lado y lo cojo sin dudar. Intento ponérmelo pero es imposible. Estoy perdido y lo peor, también le he fallado a ella. Con la velocidad que está cogiendo intenta hacer una cuña, lo que le ha enseñado el monitor, lo cual no sirve de mucho.

¡Click! He escuchado un click, ¡Sí! La bota esta sujeta por la pestaña metálica del esquí. Me inclino un poco y me pongo como si estuviera jugando a la patita coja, para tener más velocidad, la pista casi está finalizando. Extiendo el brazo, casi la puedo tocar... Solo necesito estirarme un poco más. ¡La tengo!
- Es inútil, Jaime. - Me grita.
Casi puedo sentir un nudo en su garganta.
- Confía en mí. - Entonces sí que estamos apañados, Jaime.
Estrella deja de hacer la cuña y muy despacio consigue que ambos vayamos haciendo zigzag, tranquila y pausadamente, aunque debido a la velocidad que llevamos, necesitamos que las curvas sean enormes.
- Muy bien preciosa, lo estás haciendo muy bien.
La vista se me empieza a nublar y un fuego abrasador aparece de súbito en mi costado. Me llevo la mano libre a la zona donde me hirió Diego. Sabía que acabaría con algo caliente entre mis manos, pero no imaginaba que fuese a ser mi sangre. Me mareo. Y todavía soy consciente de que me estoy soltando de Estrella. Es necesario, tengo que hacerlo, de lo contrario caeré y ella se irá conmigo. Me suelto de la chica y me dejo deslizar por la nieve. Ya no me importa nada. En la sucesión de imágenes superpuestas veo el cielo azul, claro y resplandeciente; veo la blanca nieve con una pequeña cinta roja... No, no es una cinta, es sangre... Mí sangre. Veo que Marta se acerca velozmente a nosotros. Este es el fin. No hay nadie que pueda a sobrevivir a esto. Aunque el final está cerca, pasando la curva. A lo mejor lo consigo.

Cierro los ojos esperando lo peor y entonces, me quedo como suspendido en el aire. Abro los ojos y la claridad me ciega. El terreno que hay en la curva es liso y llano, no es una pendiente. Eso me ha permitido frenar la caída, aunque no lo hubiese hecho si Diego y su otro amigo, posiblemente sea Antonio, hubiesen llevado a Estrella contra el muro. Creo que ya puedo descansar... En paz. Cierro los ojos ya no por el dolor, sino por el esfuerzo que me ha supuesto hacer esto. Estoy tranquilo, sé que Marta se estará encargando de ella. Casi puedo escuchar su voz alocada e insoportable, casi puedo oler su perfume.
- Hay que llamar a un médico. - Esa voz... ¡Es Estrella!
Silencio. La voz de Marta pide una ambulancia, al tiempo que Estrella me abraza entre lágrimas y susurros que me dicen que aguante. Sus palabras de ánimo me hacen mucho bien, más de lo que ella se imagina.
- Aguanta, cielo.
- Tía, ¿de dónde coño has sacado a este tío?
- No es momento, Marta.
- Este chaval es una proeza de persona, no sabe esquiar pero se las ingenia él solo. - Hace una pausa. - Es rarito, como si le hubieran enseñado en la CIA todo lo que tiene que hacer. Ha sido increíble, si lo hubieras visto...
- ¡MARTA! Por favor, me ha salvado la vida y se está muriendo aquí mismo.
No, no me estoy muriendo. Estoy muerto...

Instantes después, la audición cada vez se hace más lejana y comprendo que el negro manto de la muerte me ha cubierto por completo...
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