Fragmento #47 - Terapia para un depresivo

- Hola. - Le digo a la chica cuando me abre la puerta.
Ella me abraza y me besa. No cabe duda se alegra de verme. Y yo me alegro de volver a sentir sus brazos, la cálidez de su cuerpo, sus labios. Para de pronto y con una sonrisa me invita a pasar. Nos vamos directamente al salón, nos sentamos en un sofá y ella e perder su brillo en los ojos me pregunta.
- ¿Qué tal estás?
- Ahora mismo, muy bien.
- ¡Dios! Qué alegría me da verte, Jaime. ¿Te dijo tu madre que había ido a verte?
- Sí, sí.
- Confieso que no eran las circunstancias en las que quería que me conociese.
- Tú ni siquiera querías conocerla, tesoro. - Le digo con sorna.
- Es pronto, Jaime, para andarse con formalismos. Yo, solo tengo interés en conocerte a tí.
- Y me parece perfecto. Yo no he dicho que me decepcione tu punto de vista.
Ella sonríe.
- ¿Qué tal estás tú? - Pregunto.
- ¿Cómo puedo estarlo? Si el hombre más maravilloso del mundo ha venido a verme. Señal que de vez en cuando se acuerda de los mortales.
- Estrella, ¿cómo podría olvidarme de la única chica por la que el corazón me late?
Me besa. Parece que ha transcurrido una eternidad desde que no nos besamos. Y esto me sabe a pura delicia.
- Jaime, tengo miedo.
La miro muy seriamente.
- Tengo miedo de perderte.
- Bueno, - comienzo a decirle para tranquilizarla. - si he sobrevivido a la caída de Sierra Nevada, no tienes nada que temer.
- No me refiero solo a eso, Jaime. Me refiero a perderte sentimentalmente. No soportaría la idea de que otra chica...
Me inclino hacia ella y la abrazo.
- Eso no va a pasar, cariño.
- No puedes decir de este agua no beberé.
- Cierto, pero, al igual que yo, también tú puedes conocer a otro chaval que sea mil veces mejor. O que te haga más feliz.
- Pero... Fíjate cómo te has quedado con lo de Sara. Incluso muerta tú estás supeditado a ella.
- No es cierto.
- Jaime, te quiero demasiado para perderte. Tú eres un ante y un después en mi vida. Te quiero.
Son palabras mayores, que profundizan en lo más hondo del corazón y que casi me quitan el alma. ¿Por qué no puedo dejarme llevar? Soy feliz, ella me hace feliz. No le debo cuentas a nadie, ni siquiera a Sara. ¿Por qué no puedo vivir tranquilamente?, es muy cierto, que la quiero mucho pero también es verdad que me asaltan muchas ducdas al respecto, pero, por eso he iniciado la relación con ella, para conocerla. Ella puede conocer a tantos chicos como yo puedo conocer a tantas chicas, el porcentaje está al cinquenta por ciento de probabilidades. Dios, encuestas, no. Necesito un psicólogo.
- Yo a ti. - Un beso y todo solucionado. Con qué facilidad se disuelven los problemas. - ¿Sabes? Voy a tener que empezar a ir al psicólogo.
- ¿Y eso?
- Porque estoy perdiendo la cabeza por tí.
- Conozco a la mejor psicóloga del mundo...