Martes, 21 de octubre de 2008
En Sevilla
Las nueve de la mañana. El despertador integrado en el teléfono móvil que se encuentra en mi mesita de noche comienza a sonar con una melodía repetitiva y desconcertante. Con los ojos cerrados y medio adormilado intento alcanzarlo. Tras varios intentos lo consigo y apago la infernal sintonía que se me estaba metiendo en la cabeza. Desgraciadamente es demasiado tarde y ha conseguido desvelarme por completo.
Me levanto de la cama y me dirijo al espejo que tengo enfrente para mirarme. Estoy fatal. Tengo una barba de al menos una semana y mi cabello oscuro se va haciendo cada día más largo sin embargo no tengo ganas de ir a pelarme o afeitarme.
Camino unos metros y llego a la pequeña cocina de mi estudio. Enchufo la cafetera y mientras el café se va haciendo unto con cierta desgana unas rebanadas de pan de molde con mermelada de fresa. Después de unos minutos me llevo el desayuno a la mesa y me lo tomo mientras veo uno de esos programas informativos que ponen por las mañanas en todas las televisiones.
—El día ha empezado bien –pienso con cierta ironía mientras me tomo los últimos sorbos del café. No me agrada mucho su sabor pero es lo único que me despierta totalmente por las mañanas así que me resigno.
Recojo la mesa y tras ello enciendo el portátil. Abro mi procesador de textos y busco el archivo de lo que va siendo mi novela. Voy por el capítulo diez y desde hace mes y medio intento escribir el siguiente capítulo pero no puedo. Mi cabeza no hace más que pensar en mi reciente relación frustrada y a la vez que ello busco la fotografía de mi ex-novio en el ordenador.
Demasiados recuerdos felices y amargos que llegan a mi cabeza al ver de nuevo su cara. Todo un futuro destrozado por mis problemas personales y mi oscuro pasado.
Miro un instante la ventana que da a la calle. El sol está comenzando a brillar más intensamente. Pienso que quizás sea una metáfora de lo que va a ser mi vida.
Me termino el café. Puede que ahora el sol comience a salir en mi vida.