Fragmento #30 - Regreso de ida y vuelta

Me he despertado temprano. Tenía que venir a Sevilla, para recoger cosas del piso. Luego he visitado a un amigo que vive por Triana para que me deje unos apuntes. Cuando nos despedimos, ni siquiera son las doce de la mañana, así que me decido a desayunar antes de volver.
Entro en el primer bar que encuentro. Es temprano, pero hay un número de gente considerable. Me siento frente a la barra y me atiende un muchacho con un acento extraño.
- ¿Qué le sirvo? - no soporto a la gente que me trata de usted. Entiendo que si el respeto, que si el desconocimiento, que si está trabajando. Pero nunca me gustó.
- Un café, por favor. Con Baileys.
Asiente y se va. Me fijo en él mientras intima con la máquina. Algo me llama la atención. Es más bien guapo, joven. Tiene en los ojos una expresión que lo hace extraño, como si no pisara el mismo mundo que el resto. Entonces caigo.
- Oye. Yo te conozco.
Me mira sorprendido. No entiende. Incluso puede que sienta algo de miedo.
- Nos encontramos en Suite, hace poco tiempo. Nos chocamos.
Se relaja. Ya entiende.
- Sí, es posible. Fui allí con un amigo. Mario.
Por cómo lo ha dicho, creo que se dirige a sí mismo y no a mí. Entonces caigo de nuevo. ¿Ha dicho Mario?
- Yo conozco a un Mario - claro, que habrán 50.000 Marios sólo en esta ciudad. No obstante, por lo extraño que me resulta este tipo, no me extrañaría -. Quizás es el mismo.
Se me queda mirando. Yo también debo resultarle extraño.
- Me llamo David - le ofrezco la mano.
- Joan -y me la estrecha -. ¿Has visto a tu Mario recientemente?
- No - vamos, lo he visto dos veces en esta vida -, ¿y tú al tuyo?
- Tampoco. Venía todos los días por aquí.
- ¿Sí? Es extraño, entonces.
Es extraño, pero no lo suficiente. Pronto empiezo a pensar en otras cosas. Me trago el café y pago. Me despido de Joan y emprendo el camino de vuelta.