Fragmento #44 - Una vida de héroes

El día a día es una experiencia que engrosa la vida. Este proceso determina si nuestras vidas son positivas o negativas. Yo desde que me levanté... Miento si dijera que me he levantado, no he dormido; sabía que el día que me aguardaba hoy no iba a ser precisamente bueno. Supuestamente, tengo que darle gracias a Dios, ese escritor de pacotilla que juega con nuestras vidas, el poder vivir ese día a día. Pero no lo voy a hacer, cuando esta madrugada se han tenido que llevar a mi abuela al Hospital para que le realicen una transfusión de sangre inmediata, debido a su anemia; No puedo darle gracias, cuando veo cómo mi padre se hunde día a día, sumido en su propio silencio, ya que su jefe, el gran imbécil con complejo de mesías, va a cerrar la empresa. No puedo darle las gracias, cuando ayer me enteré que segó la vida de un amigo mío en un accidente de tráfico, dejándo a una chica joven con un niño de un año. No puedo darle las gracias, cuando veo a uno de mis ex alumnos de Filosofía dejándose el alma en conquistar a la yonqui de nuestra vecina. No puedo darle las gracias, cuando no entiendo por qué ayer Elena me gritó "¿Es que no ves todo lo que estoy haciéndo por tí?" y se marchó corriendo, dejándome que un regalo que acababa de hacerme. No puedo darle las gracias, cuando decidí, más por orgullo, que por querer hacerlo, impartir clases a un amigo de mi hermano con serios trastornos en la cabeza. No puedo darle gracias, porque cuando mejor pensé que iba a ir el día, fue a peor, Estrella se marchó del correo por uno u otro motivo. En fín, no puedo darle las gracias por seguir viviendo. Ha tenido dos oportunidades de lujo y las ha desaprovechado, no quiero ir al cielo, solo quiero descansar de toda esta mierda.

La estrella más brillante de la noche me ilumina, la miro y quiero pensar que se trata de Sara, quiero pensar que me agradece algo. O bien, me da las gracias porque quiero encontrar al culpable, o bien me está dando las gracias porque ella ahora está en la gloria. Hasta en la muerte me lo tiene que resfregar. ¿Por qué coño sigo con vida? Estoy harto de sus mierda de planes, estoy harto de luchar, de demostrar afecto y no conseguir nada... No seré yo quien cambié el mundo, a ver cómo coño se entera. ¿Qué demonios hago aquí?

Entonces, me surgen imágenes a modo de respuestas. Imágenes de muchísima gente, gente depresiva, gente con muchos problemas, gente que ha contado conmigo para lo bueno y lo malo, gentes al borde del suicidio. Y sin embargo, ahí están. Luchando mientras miran hacia delante, luchando por el porvenir de su futuro. Esos son mis héroes. Esas personas son las que realmente admiro. Se han ganado mi corazón por su coraje a vivir, porque no ven la muerte como una solución a sus problemas. Son auténticos ejemplos, modelos a seguir, cada uno con sus defectos, pero son los mejores y por ello les quiero, les amo. Incluso Sara es un modelo a seguir, me enseñó lo que era una relación en todo su conjunto. Gracias, Sara, estés donde estés, te deseo lo mejor. Estrella, aunque mañana me diga que no quiere saber nada más de mí, también tengo que darle las gracias, por enseñarme lo que es el amor, el cariño, la ternura, por estar ahí cuando la he necesitado. A Borja, una estrecha amistad que tengo algo descuidada, pero también tengo que darle las gracias, por haber contado siempre conmigo. A Rocío, por hacer que estemos los dos siempre al pie del cañón, afrontando los malos y buenos momentos juntos. A Elena, sí, por haber hecho todo eso que ella dice por mí aunque yo no sea capaz de verlo. A Diego, el Joker, por los buenos momentos compartidos... Pero, sobre todo, a esa familia que tengo inmerecidamente, que soportan más de un sofocón por mi culpa, y en particular, a mis padres sin los cuales yo no estaría hoy donde estoy, gracias por vuestro coraje, por afrontar ese día a día con mucha más fuerza de lo que yo lo hago. Me equivoqué, sí tengo que darle gracias a Dios, ese escritor de a diez pesetas la novela, por el fascinante regalo de mis amistades.

Surge la respuesta a la pregunta. Vivo por ellos. Vivo porque los quiero. Porque el día de mi muerte llorarían demasiadas personas, demasiadas para mi gusto. No se lo merecen.

Gracias a los que están y a los que ya, por desgracia aunque no pueden escuchar mis palabras, pueden sentirlas

Ese es el día a día. Esta es mi vida.

Os quiero...