Fragmento #58 - Filosofía de vida

No es el mejor sitio para desaparecer una temporada, pero cualquier cosa es mejor que nada, y para no engañarme, cualquier cosa que represente un refugio, aunque sean cuatro paredes y un techo, es digno de agradecer. Una vez llamé a mis padres para decirles que estaba en otro cursillo de Historia en Cádiz, desconecté el móvil y decidí abandonarme.

Y ahora estoy sin hacer nada, tendido en un sofá, mirando el techo de salón, dejando escapar el tiempo, los sentimientos, los recuerdos... Mi vida en un instante. Esto es mejor que cortarse las venas, ahora sí que puedo disfrutar de la agonía, de morir en vida. Si de veras quiero reflexionar sobre mi vida, este es el momento. Ahora tengo que preguntarme si de veras merece la pena todo lo que hago, si de veras no me importa lo que pasó con Elena, si de veras... Si de veras. Pero no lo puedo evitar, y para todo hay una respuesta en imagen, la cara dulce, de niña, de Sara.

¿He sido verdaderamente consciente de lo que he hecho? Mis padres con un gran problema que se les avecina ahora y yo exponiéndome a morir por una causa perdida, pero, que yo consideraba crucial para seguir viviendo. ¿Y si pudiera detener el tiempo?, ¿habría hecho lo mismo? La respuesta es sí, pero, si conociese lo que yo ya he vivido, entonces, no. Hay que tener los pies en la tierra, diría Aristóteles a Platón. No existe el mundo perfecto, ni existe la persona perfecta; precisamente, de esa imperfección humana debemos aprovecharnos, por dos motivos: Uno, porque por la imperfección de otro ser podemos imponernos ante él; segundo, porque es lo único que tenemos para hacer gala de los dos cromosomas que nos separan del mono. Con lo cual, me dejaré de pajas mentales, insatisfechas, y pondré los pies en la realidad. No, Jaime, no puedes hacer detener el tiempo, y mucho menos rebobinarlo. Eso iría contra las leyes de Dios. No, espera, oficialmente, esa ley no figura. Con lo cual, es una ley natural, no de la divinidad suprema… Hay que joderse. Aquí estoy mirando el techo, haciendo el gilipollas, pensando en un montón de chorradas que no me llevan a nada y encima, a ver qué hora marca el reloj, las cuatro de la tarde; me he quitado una hora de encima, una hora menos de vida.

De momento haré caso a un gran filósofo cuya filosofía era tapar todos los agujeros. Todos.