Fragmento #89 - Great Week II. El cuaderno de Dios

Un temor. Supongo que todo comienza con un terror, un pánico, que está presente en nuestras vidas, en todo momento, acechando su presa. Ese Miedo es implacable. Actúa dónde menos lo esperes. Da igual que sea en el asfalto, como en el gélido paraje de estas tierras de las nubes. Esta ahí y se presiente. Lo puedo notar en mis huesos. Puedo ser yo o el mundo, pero la muerte de Sara ha impregnado este lugar. Y yo he vuelto aquí por algo. Ese algo que el cuaderno de Dios no me quiere decir, todavía. Pero no hay prisas, si no me lo dice ahora, lo hará más adelante, porque si algo enseña la vida, es que todo tiene su momento y su lugar y qué duda cabe... Este es el lugar, el lugar donde morí y renací, tiene su simbología...

- ¡Vamos, Jaime, que te quedas atrás!
Sara rebosa energía, está contenta, feliz. Y me encanta. Es como una niña, está ilusionada por nuestro pequeño viaje. Ójala pudiese haberle dado algo mejor que esto, pero no tengo dinero para un hotel de lujo. Mírala, con su sonrisa que le llega de una oreja a la otra. Sus pómulos redonditos y rojizos le acrecientan su cara de niña buena. Sonrío. El problema de ayer se ha solucionado, lo hablé con ella y ella asintió. Esta noche la pasaremos juntos, arropados en la cama y la abrazaré como si fuese mi osito de peluche. Ella es mi vida... Mi vida... Mi vida...
-¡JAIME QUE TE LA PEGAS!
-¿Qué...?
Maniobro y evito comerme la roca, una de tantas, que forman el circuito del Río. Miro hacia atrás, buscando la voz que me ha salvado... Pero no hay nadie. Habrá sido alguien del grupo desde el teleférico.

Llego al final del trayecto. Voy a montarme en el teléferico para repetir el recorrido del Río y entonces, un señor mayor con cara afable me dice:
- Lo siento, señor, el teléferico está cerrado. Lleva cerrado toda la mañana.
- ¿En serio? - Pregunto con ironía. - Pues resulta que alguien me ha dirigido unas palabras de aviso y detrás mía no había nadie.
- ¡Ayyy, señor mío! Si yo le dijera que las cosas más inexplicables son las que hace Dios... Si yo le dijese que aquí se ocultan sus versos, en lo más profundo de la nieve.
Mi cuerpo se estremece. Me retiro del hombre y me encamino hacia la salida. Me vuelvo, no sé por qué, y como si de una broma macabra se tratase, él ya no está.

Es un temor. Todo comienza con eso...