Fragmento #98 - "Las cuatro paredes de mi vida"

Cierro la puerta. La casa está solitaria, bien. Nadie verá mis ojeras y mis ojos hinchados por el llanto. Nadie me verá morir de nuevo. Nadie verá cómo me desmorono otra vez. Solo dime una cosa. ¿Por qué yo? ¿Por qué yo, hijo de puta? ¿Qué pasa, que los demás humanos no te importan? No, jodes al más débil, cabrón. Te regodeas jodiéndome la vida. Lo que más me jodes es que tú solo eres un mito, no existe, los curas te inventaron para hacerse con el dinero de las bulas y los donativos... Eres tan real como el ratón Pérez o Papa Noel y, sin embargo, eres el jodedor por excelencia.

He rehecho mi vida, eso interfiere en tus planes y, en consecuencia, tú me recuerdas que una mujer se dejó las venas por mí. ¿Sabes qué? Que el Catolicismo se ha quedado con un creyente menos y espero que tu chalet del Vaticano se caiga a cachos. No quiero saber nada más de ti, aunque para ello tenga que renunciar a mi vida... Y morirme mañana.

Lo curioso es que el que está arrodillado, llorando y golpeando la puerta; con la rabia y la frustración acumulada en lo más hondo, soy yo.