Fragmento #90 - La ciudad de las luces

Rojas, azules, verdes, moradas, rosas, amarillas. Fugaces, brillantes, parpadeantes, efímeras, impactantes. Luces en anuncios, semáforos, pantallas, taxis, motos, ciclistas... Llegar a Madrid es perder la razón y el equilibrio, es cegarse. Es entrar en una pecera en movimiento, la vida en suspensión. Todo se mueve, todo parpadea a tu alrededor. Todo brilla. Un bullicio constante, un terremoto, el infierno hecho feria.
- Que te vaya bien, chico.
- ¡Gracias! - y aquí acaba mi historia con el camionero que me presentaron los majestuosos señores de la Guardia Civil. Un tipo que le da a los petardos todavía más que yo, y que no se sube a su vehículo sin rezar al rosario... ¡pero cómo está España!
Mochila al hombro, echo a caminar hacia delante. A estas horas hay que tener cuidado. Todas las buenas personas que pueden habitar aquí están durmiendo seguro. Tengo tres opciones: o buscar hostal ya... no, no me llega. Dos opciones: o echar a dormir en el metro o meterme en un bar, y no dormir esta noche. Cruzo este reino de adolescentes, borrachos y prostitutas en busca de un bar medio digno. Cuando por fin encuentro un local medio aceptable por fuear y me acerco, salen dos agentes de la ley empujando a dos skins. Básicamente los sacan a hostias. Decido continuar.
A la media hora, me siento sobre la mochila y me lío un cigarro. Ya casi no me queda tabaco. Tal vez, para desayunar y coger el autobús mañana. Me siento realmente cansado, y daría lo que fuera por un par de horitas en una cama, y no ese colchón de cuando los romanos que le saqué ayer a los picoletos o el respaldo del camión. Pero lo que fuera no lo tengo, y sólo puedo continuar.
Entonces me levanto y sigo el camino, en busca de otro garito o un lugar donde echarme a dormir sin exponerme demasiado. Así ando durante otros cuarenta minutos y entonces lo veo, la cuarta opción. El parque del Retiro.